Campo de voluntariado. Aula de naturaleza Ermita Vieja, 6 al 20 de agosto
Espacio protegido de Sierra Nevada, Dílar, Granada

¿Sabéis lo que es una era? ¿Alguna vez habéis podido avistar aves desde un observatorio escondido en el bosque? Así comenzábamos el campo de voluntariado que tuvimos en el Aula de Naturaleza Ermita Vieja del 6 al 20 de agosto. Fueron dos semanas de trabajo intenso, pero también de nuevos aprendizajes, convivencia y especialmente de la creación de una nueva, pequeña y acogedora familia para el grupo que tuvo la oportunidad de venir a vivirlo.

Desde Cataluña, País Vasco, Madrid, Castilla y León o Andalucía vinieron 20 jóvenes de entre 14 y 16 años, sin conocerse entre ellos, la mayoría sin haber tenido una experiencia similar. Dispuestos a vivir una nueva aventura en un espacio protegido como es Sierra Nevada, un verano diferente donde además estarían aportando su trabajo a este espacio.

El objetivo de este encuentro era recuperar la antigua era de trillar y mejorar el jardín de aves. Así que nos dividimos en dos grupos donde íbamos rotando para poder experimentar el trabajo en ambos lugares y aprender las diferentes tareas. Al final estos jóvenes no solo aprendieron a convivir o tuvieron nuevos conocimientos sobre el uso de estos sitios, si no que se fueron sabiendo rastrillar como nunca lo hicieron, a poner clavos y tornillos para construir el observatorio, a formar parte de las diferentes fases del compost o a vivir un acercamiento a una jornada de excavación arqueológica.

 

Aprender desde la experiencia

Todo empezó poco a poco, desde cero. En la era estuvimos delimitando el espacio, aprendiendo a leer el suelo y lo que nos decían sus rocas.

Con sorpresa y curiosidad íbamos viendo la forma circular e iban saliendo las piedras…
Hasta que pudimos ver la forma entera y… ¡nos encontramos que las propias piedras dibujaban la forma de un sol! Al mismo tiempo íbamos mejorando la zona de alrededor.
Recuperamos también la antigua caldera de destilación para darle mayor visibilidad a toda la zona de hierbas medicinales y culinarias y hemos puesto en marcha la espiral de aromáticas, mezclando tierra y compost.

En el jardín de aves también había que partir de la base, así que tuvimos que limpiar todo el terreno para poder construir el observatorio:

Aprender a levantar paredes ¡no es tarea fácil! Pero el ánimo y el espíritu de equipo fue haciendo que todo fuese llevadero y divertido. Con cuidado y a buen ritmo se fue arreglando toda la zona, se alzó el observatorio y se pusieron los comederos para que las aves puedan venir a vernos y nosotros aprender de ellas desde nuestra nueva ventana secreta.

Aprender desde la convivencia

No todo el tiempo, lo dedicamos a trabajar, también hubo momentos para conocer el entorno, para profundizar y fortalecer los lazos de amistad. Visitamos Granada, el entorno de Dílar y también subimos hasta las altas cumbres de Sierra Nevada.

Pero, os preguntaréis ¿por qué estos chavales se han puesto a recuperar y mejorar estos espacios?

Este proyecto entra dentro del marco de los Campos de Voluntariado financiados por el Instituto Andaluz de la Juventud. Este tipo de actividades son una oportunidad para que los jóvenes tengan un verano diferente, conozcan otros lugares y también otras alternativas para sus futuros estudios o destinos laborales. Una manera de aprender desde la experiencia y la práctica, siempre de la mano de la versátil educación ambiental y cultural.

Desde el equipo del aula de naturaleza, además, estuvimos preparando con mucho cariño estas dos semanas, para que los jóvenes pudieran aprovecharlas al máximo y llevarse una experiencia inolvidable. Quisimos hacerlas sobre esta temática para poder continuar mejorando y conociendo el espacio que rodea nuestra casa. Ya el año anterior pudimos disfrutar también de otro proyecto similar, donde creamos la Charca de Anfibios y habilitamos toda una zona de bosque para jugar en la naturaleza.

En esta ocasión le queríamos dar visibilidad ya no solo al entorno, sino también a la historia del propio lugar y su relación con el pueblo de Dílar. A raíz del proyecto, estuvo una mañana con nosotros Antonio, el actual guardia forestal. Le pudo contar al grupo de jóvenes como su familia comenzó a trabajar en esta zona. La casa forestal fue construida por su abuelo y antes de que existiera el aula de naturaleza, había huertas y en la era (también construida por ellos) trillaban el trigo.

Todos los alrededores estaban llenos de lavanda, que la gente del pueblo recogía y traía para llevarla a la caldera de destilación. Actualmente es muy complicado poder ver campos de lavanda que no sea monocultivo o incluso alguno de trigo, pues muy pocos quedan en la península. Fue muy interesante la charla con Antonio para poder conocer otros modos de vida o cómo se aprovechaban antes los recursos del medio, de una manera sostenible y en equilibrio con la tierra.

Esperamos disfrutar de más proyectos así el verano que viene y conocer a nuevos jóvenes con ganas de participar en el entorno y de llevarse estas pequeñas semillas para seguir creciendo en red, compartiendo inquietudes y aprendiendo otras maneras de convivir.

El equipo del Aula de Naturaleza Ermita Vieja
Sara, María, Chiara, Irene, Julio y Juanfra