III Congreso de Educación Ambiental en Andalucía. Córdoba 23-25 de octubre de 2003

Autora: Mª Luz Díaz Guerrero
Entidad: Centro de Innovación Educativa Huerto Alegre
Dirección: Apartado de Correos 776 – 18080 Granada Telf. 958/22.84.96
Web y correo: www.huertoalegre.com – mluz@huertoalegre.com

Resumen de la comunicación

El objeto de esta comunicación es poner de relieve la trascendencia ambiental y cultural que puede suponer dinamizar el trabajo de cualquier contexto educativo (centro de educación ambiental, escuela…) a través de equipos de profesionales que asuman de forma comprometida y coordinada un mismo proyecto, unos mismos objetivos. A partir de la propia experiencia de trabajo en equipo, profundizo en los siguientes aspectos:

1. Eficacia del modelo organizativo y de funcionamiento que se genera. Dificultades y riesgos.
2. Repercusiones educativas en tres niveles:

2.1. En el propio equipo de adultos (dinámica que se genera, procesos de formación autoformación, nivel de motivación…)
2.2. En el alumnado, que vivencia unos valores, una determinada forma de hacer las cosas de manera implícita.
2.3. En el ambiente que se genera en el centro

3. Algunas reflexiones sobre la importancia de la coherencia y compromiso personal como educadores o educadoras en la educación ambiental.

Introducción

Una de las causas o razones que desencadenan en la actualidad graves problemas ambientales y sociales es la incapacidad o la dificultad de las personas para tomar acuerdos, coordinarse en las actuaciones, consensuar decisiones, comprender los intereses y las razones del otro u otros y actuar no siempre en beneficio propio. Esta serie de habilidades necesitan para ser adquiridas de entrenamiento, experimentación, comprensión, en definitiva, son capacidades que se aprenden. Cualquier contexto de aprendizaje (escuela, centros de educación ambiental, asociaciones, familia…) debería ser consciente de que está proyectando un modelo, una forma de hacer las cosas sobre el alumnado, un modelo que puede contagiar y mostrar coherentemente los valores que quiere trasmitir, o no.

Muchas personas, desde la literatura, la filosofía, la psicología, la arquitectura… han reflexionado y profundizado sobre la idea de que la catástrofe humana de las grandes ciudades de nuestro siglo es el aislamiento, la soledad. Una catástrofe que genera ansiedad y frustración y, además, nos inhabilita para la acción pública, para la crítica, para aportar a la colectividad nuestra creatividad personal. Esta separación y aislamiento se percibe también en nuestra sociedad a otras escalas: grupos, colectivos, entidades, administraciones, universidades, centros educativos… forman pedacitos de una estructura carente de relaciones. Parece como si cada uno, individuo o grupo, tuviera la necesidad de defender “su territorio”, su espacio, casi de forma instintiva, animal a veces, dónde tiene difícil cabida la razón.

Si miramos concretamente al contexto educativo, todos sabemos que hay un porcentaje de equipos que se dejan llevar por las circunstancias y funcionan cerrando tras de si su aula, a modo de celda, aislándose del exterior, de un exterior complejo, complicado, cambiante y a veces salvaje. Y también somos conscientes de la existencia de un porcentaje menor de los equipos que afrontan su día a día con un proyecto común, trabajando juntos.

Ante esta situación cabe preguntarse ¿por qué es tan difícil?

Probablemente, algunas razones tengan que ver con una historia colmada de líderes que han marcado el camino y/o con una experiencia vital próxima (50 – 60 años) en la que los sistemas y organizaciones funcionaban de forma totalitaria, directiva, y donde el desarrollo de dinámicas democráticas estaba ausente. Basta con hacer un ejercicio retrospectivo y situarnos en nuestra escuela y valorar si era viable en aquel contexto expresar emociones, valoraciones críticas… Sólo las lecciones aprendidas de memoria y los resultados de los problemas.

Afortunadamente hoy en las aulas se dan situaciones de aprendizaje más ricas ¿pero en qué modelos organizativos y de gestión se desenvuelven los niños y las niñas de hoy?

¿Es posible que adquieran los valores que, desde distintos documentos, administraciones, grupos y entidades, reivindicamos como necesarios para rectificar el rumbo del desarrollo? Ser críticos, aprender a solucionar problemas, a tomar decisiones y acuerdos, a escuchar, a trabajar en equipo… ¿puede eso aprenderse si los sistemas organizativos o grupos en los que se desenvuelven están proyectando modelos en otra dirección?, ¿puede un grupo de alumnos y alumnas aprender a trabajar en equipo cuando el equipo de profesores no lo es, cuando éstos representan una suma de individualidades que trabajan y planifican de forma aislada?

¿Es posible además que los adultos reestructuremos nuestras creencias y valores adecuándolas a un mundo cambiante cuando todos los que nos rodean, en los diferentes grupos y entidades sociales… trabajan de forma aislada y separada?

Es necesario asumir el reto: coordinarse, sumar diferencias, trabajar y equivocarse juntos, establecer una red de relaciones constructivas.

1. El reto de trabajar en equipo ¿En qué consiste?

1.1. El reto es inventar, crear conjuntamente

Emilio Lledó en su artículo (1) en “El origen de las humanidades”, hace esta reflexión refiriéndose al concepto griego de verdad: ¨ la verdad implica que no existe una verdad que se puede imponer, una verdad a la que haya que someterse, sino una verdad en construcción, una verdad en el camino de la vida, una verdad metodológica, verdad discutible, verdad refutable; una verdad humana. Y el ejemplo más extraordinario de este tipo de verdad que tiene que ver con el demos, con la democracia, y que implica ¨entre todos lo sabemos todo¨ es invento también de la cultura clásica: el dia-logos”.

La sociedad en que vivimos necesita nuevas respuestas, nuevas fórmulas nuevas propuestas. El reto es aprender y atreverse a inventarlas, sumando esfuerzos, encontrando vías de consenso. Es intolerable que en pleno siglo XXI vivamos situaciones tan tremendamente absurdas, incomprensibles e inhumanas como la guerra de Irak, la injusta distribución de la riqueza, la sobreexplotación de los recursos de los países más pobres… por mencionar sólo algunos problemas. Es necesario desarrollar una educación ambiental que asuma el compromiso de impulsar nuevos cambios en las conductas individuales y colectivas y también en el funcionamiento y concepción de los sistemas organizativos y de gestión.

Desde la humildad, desde el pequeño ámbito en el que cada grupo nos desenvolvemos, es necesario actuar inventando, indagando en nuevos modelos que permitan sumergir al alumnado y al profesorado en contextos que educan y nos reeducan constantemente.

Nada hay tan satisfactorio ni tan complejo a la vez, como generar una dinámica de trabajo en equipo, construir y reconstruir completamente el modelo educativo que sustenta la práctica diaria, para que se adecue a los diversos cambios y situaciones. Este proceso de invención, creación, confrontación y diálogo, genera una dinámica estimulante de crecimiento personal y, por tanto, de crecimiento del grupo.

Trabajar en equipo requiere una buena dosis de autoconciencia y autoestima, así como la puesta en escena de multitud de capacidades y habilidades sociales, que luego hemos de generar, como adultos educadores o gestores en otros contextos, bien sean educativos bien sean con otros agentes sociales, pero siendo conscientes de los procesos y dificultades que eso conlleva, a partir de la propia experimentación.

Probablemente uno de los frenos más importantes sea el miedo a perderse un poco, a no estar a la altura, a no saber qué decir. Quién no se ha planteado ante esta situación las siguientes cuestiones: ¿es posible ser uno mismo como persona, como profesional, en un grupo?, ¿es posible ser un grupo entre grupos sin perder la identidad y coordinarse con otros?

1.2. El reto es, un proyecto común

Crear un proyecto común, de todas y cada una de las personas implicadas, con unos objetivos, una planificación, unos plazos, con una secuencia temporal, un proyecto ilusionante, de miras altas, que dé sentido a lo que hacemos, pero también que no nos ahogue. Un proyecto que se desdibujará algunas veces y que habrá que retocarlo o tal vez diseñarlo por entero de nuevo.

1.3. El reto es, no delegar la reflexión

En este proceso es imprescindible asumir la provisionalidad de nuestras propuestas y no estar muy seguros de casi nada. La reflexión crítica sobre el trabajo realizado es, desde luego, tan esencial como la necesidad de inscribirse en marcos conceptuales cada vez más globales, para no pasarse toda la vida mirándonos al ombligo de nuestro proceso concreto. No ceder a la tentación de delegar la reflexión a otros, pero sí apoyarnos en la reflexión teórica de otros. Siempre hay quien ha avanzado más o quien tiene simplemente otros enfoques. Pero utilizarlo a partir de la propia realidad del grupo, como motor, como revulsivo incluso de nuestra propia reflexión. Es útil experimentar esa tensión entre la estabilidad de lo que somos y hemos conseguido y la necesidad de adecuarlo cada día.

Esta opción implica no quedarse, no ser conservador, no guardar, no reservarse nada. Se trata de transgredir y superar, cuestionar constantemente y compartir.

1.4. El reto es ser eficaz y disfrutar

Seguramente hay muchas actividades humanas en las que se puede ser eficaz sin disfrutar con lo que se hace. Es más, una vieja tradición cultural avala la incompatibilidad entre eficacia y disfrute. El profesional debe ser serio e incluso aburrido: ¨ si lo pasa bien, mala señal”. Pero al menos en educación, las cosas son de otra forma.

El esfuerzo y el rigor no están necesariamente reñidos con la satisfacción, más bien al contrario, ¨ la eficacia ¨ guarda una relación decisiva con la satisfacción en la tarea del educador.

No es preciso hacer gala de un gran despliegue teórico para avalar esta hipótesis, pero en cualquier caso es una idea que siempre ha estado presente en nuestra propuesta de intervención educativa. Vale la pena hacer las cosas de forma que disfrutemos con nuestro trabajo.EQUIPO, lo escribimos con mayúsculas. Autoestima, reciclaje, cohesión en la diversidad y conciencia de participar en la construcción de un proyecto común y útil, son algunas claves del trabajo eficaz en educación. Educación y aburrimiento (apatía) son malos compañeros.

2. Implicaciones en la gestión y organización interna

2.1. Cambiar las reglas

Un equipo cohesionado crea un marco de actuación, planifica, distribuye recursos y tiempos, inventa y asume de forma individual y colectiva sus propias reglas de juego. Éstas pueden modificarse, cambiar, evolucionar, a medida que se vayan cuestionando a propuesta de una persona, o de varias. Esto genera responsabilidad y compromiso, así como la satisfacción de sentirse miembro de un grupo.

2.2. Tiempo y eficacia un equilibrio imprescindible.

La organización del tiempo es uno de los aspectos más delicados y que requieren de una atención especial. El tiempo es dinero y éste la mayoría de las veces escasea. Pero además es imperdonable y poco ecológico desperdiciarlo. Por lo tanto, es casi una cuestión ética dibujar el mapa de reuniones y espacios de debate, adecuarlos al ritmo del grupo y desarrollarlos al mismo tiempo con eficacia. Esto requiere además de capacidad de diálogo y consenso, de un gran esfuerzo individual para aportar honestamente y con claridad las ideas propias en cada momento y la capacidad de argumentarlas con razones, bien para defenderlas, bien para contradecirlas.

2.3. Definir competencias y organizarlas

Definir competencias y organizarlas constituye también uno de los esfuerzos más complicados y, al mismo tiempo, es una de las claves más importantes para el buen funcionamiento de un equipo. Se trata de ponerle nombre a lo que hacemos, atribuirle un tiempo, categorizarlo, distribuirlo entre sus actores y asumirlo con responsabilidad propia. De la concreción de estos temas surgirá el esquema del organigrama de funcionamiento interno.

2.4. Formarse y autoformarse

Esta dinámica de trabajo de grupo, requiere como dijimos al principio una buena dosis de autoconciencia y autoestima. Esto implica necesariamente una apuesta real del grupo por la formación y una apuesta individual por la autoformación, tanto a nivel de cualificación profesional como a nivel personal, que generará contextos cada vez más ricos e interesantes dentro del propio grupo.

2.5. Un ambiente rico en motivaciones y estímulos

Se comparten responsabilidades y problemas. Se dialoga, se debate, se acuerda, se busca el consenso. Se pretende crecer, crecer en lo cualitativo, sobre todo. Se trabaja con pasión y satisfacción. El ambiente se carga de motivación y estímulo.

3. Implicaciones en la didáctica del centro

3.1. Aprendemos todos, alumnado y profesorado

A diferentes niveles y escalas, en distintos contextos y situaciones, se generará una necesidad de aprender y conocer, que probablemente trascenderá al alumnado. Implicados todos en un proyecto global, los más pequeños y complejos aprendizajes cobran sentido, tienen una función y una utilidad. El alumnado aprenderá por contagio, si percibe como el profesorado de su centro disfruta con ello y le importa.

3.2 El centro se humaniza

Probablemente uno de los aspectos en donde tendrá más repercusión esta dinámica sea en las relaciones interpersonales, en la convivencia. La capacidad de comunicarnos, de hacer llegar a los otros lo que queremos, lo que percibimos, lo que somos, es esencial en nuestra formación como personas y además facilita el entendimiento. Crear situaciones de comunicación, va a favorecer además el autoconocimiento y todo ello va a contribuir a generar un clima de convivencia más humano, más vivo.

3.3 El centro es un espacio democrático

El centro es un lugar en el que todas las personas ponen en práctica esta tarea tan importante y tan cívica como es la participación en la gestión, en la toma de decisiones de cualquier entorno o proyecto colectivo. El ejercicio democrático también requiere aprendizaje, entrenamiento y modelos.

4. Nuestra experiencia de grupo

Éramos un grupo de ocho personas, con muchas intuiciones y ganas de contribuir de alguna forma a mejorar nuestra sociedad. Teníamos por delante dos retos importantes: por un lado, generar nuestro propio trabajo, nuestro propio modelo, nuestra propia organización y, por otro, el reto de continuar creciendo nosotros como personas. Todo estaba por hacer. Dibujamos nuestra meta, nuestra ¨zanahoria¨ que se fue definiendo y redefiniendo con el paso de los años.

En la actualidad, formamos un equipo de treinta y cinco personas. Hemos superado muchas situaciones, pero seguimos apostando por ¨cambiar las cosas”, por generar en la medida de lo posible nuevas respuestas. Ha merecido la pena.

Sumar esfuerzos

¨ La complejidad de la sociedad actual exige un gran compromiso colectivo a favor de la Educación. El Sistema Educativo no puede ser ya un simple sistema escolar. Es urgente tejer una red de oportunidades educativas lo más amplia y diversa posible. La sociedad en su conjunto debe comprometerse en esa tarea educativa, facilitar a las personas instrumentos para comprender el mundo y ser capaces de intervenir crítica y positivamente en él. Aislarse, no tiene sentido, hay que crear redes, interconexiones, implicar a más y más personas. La vocación de sumar esfuerzos es consustancial a los nuevos paradigmas y valores que pone en juego la Educación Ambiental¨.

Querido Planeta Huerto Alegre.1994

(1) Emilio Lledó: ¨En el origen de las humanidades (artículo). Del libro “Saber, Sentir, Pensar”. Autores varios Ed. Debate